Recordemos juntos la escena de la película Alicia en el País de las Maravillas en la que ella llega a un lugar en el bosque donde el camino se divide en dos, entonces le pide consejo al gato que está trepado al árbol…
– ¿Qué dirección debería tomar yo? – pregunta Alicia
– Eso depende de adónde quieras ir…- le responde él.
– Es que no sé muy bien adónde quiero ir… dice ella
– Entonces no importa qué dirección tomes- asegura el gato.
¿Cuántas veces nosotros mismos nos sentimos perdidos en el camino o confundidos sin saber para qué lado ir? Allí reside el gran secreto de los objetivos. Fijarse metas es lo opuesto a vivir a la deriva.
Los objetivos le dan dirección concreta a nuestra vida. Es una de las estrategias más efectivas para construir la autoestima: cada vez que alcanzamos una meta que en principio parecía lejana, estamos dando un gran paso para lograr la confianza total.
Es curioso que en los sistemas educativos no suelan enseñarnos a ponernos metas. Muchas veces los padres, luego los docentes, y más tarde un jefe son quienes nos indican qué cosas debemos lograr antes de fin de mes y fin de año. Pero ésta no suele ser una práctica personal. Quizá por eso, cuando pensamos en objetivos, lo único que nos viene a la cabeza son cuestiones relacionadas con el trabajo y los estudios. En realidad, podemos fijarnos metas en cada área de la vida que nos lleven a desafiar muchas cosas que considerábamos imposibles y ésta puede ser una de las prácticas más transformadoras de nuestra realidad.